Trivia metalera: conocimientos que no le sirven a "nadien"


En ese mismo concierto se presentó como telonero Rob Halford, el retornado vocalista de Judas Priest, pero que en ese entonces estaba promocionando su álbum solista Resurrection. Fue tanta la buena vibra que recibió el pelado -y gay, como lo posteó Álvarez- que la carátula de su disco Live Insurrection es justamente una toma de Chile, con emblema patrio incluido.

Fin del DVD y un montón de otros datos curiosos sobre el rock burbujean en mi mente. Por ejemplo, recuerdo que en 1991 se presentó Faith No More en el Festival de Viña del Mar, episodio que me marcó y que desembocó en mi gusto por la música. Fueron dos noches consecutivas de regocijo para el puñado de nóveles metaleros que tuvo el buen ojo de asistir y también de espanto para las abuelitas acostumbradas a Emmanuel, Yuri y ese tipo de artistas. Claro que la segunda jornada comenzaron suavecito con el cover de The Commodores "Easy" para luego despacharse el set más alternativo de su disco The Real Thing. Fue en dicha oportunidad cuando Mike Patton lució la corbata con rayas rojas y amarillas que le regaló Alberto Fuguet luego de una entrevista para el Wikén.

¿Otra pildorita? Bueno. En el primer Monsters Of Rock, por allá por 1994, se presentaron en la Estación Mapocho las bandas Kiss (antes de volver al maquillaje), Black Sabbath (con Tony Martin en la voz) y Slayer, sin dudas el grupo más esperado por los amantes del buen wattaje, ya que su vocalista, Tom Araya, nació en... Chilito. Y así fue recibido; como un hijo pródigo. Todavía no se me olvida la cara de cabro chico que tenía ese hombre al ver cómo miles de metalheads coreaban en perfecto inglés el emblemático corte Angel Of Death (del disco Reign In Blood de 1986). De hecho en el booklet que se adjunta con el reciente box set Soundtrack To The Apocalypse, Araya señala que uno de los momentos más importantes de su carrera es el haber tocado por primera vez en Chile. "Fui recibido como un héroe", apunta.
¡Qué lesera! ese tipo de cosas hasta podría recitarlas, pero pregúntenme sobre la tabla periódica de los elementos, de literatura clásica, del nombre de los huesos del cuerpo o de algunos procesos históricos; de aquello no tengo ni idea. ¿Por qué será que uno atesora un montón de información poco relevante y olvida eso que con esmero enseñaron decenas de maestros?
Pero lo peor no es saber trivialidades, sino que saber trivialidades del heavy metal, algo muy menor y que ni siquiera sirve para engrupir féminas o dárselas de chori en alguna fiesta. Si sabes trivia de fútbol vale, del mundo animal también, del origen de las palabras mejor todavía, ¿PERO DE ROCK? anda a echarte Tanax. Si ni siquiera en la Carrera del Saber -ese juego de Otto Krauss- se puede ser competente con tan inutil bolsa de conocimientos.
Sin embargo, lo bueno de cultivar el gusto por bandas con nombres tan estrambóticos como Dimmu Borgir, Candlemass, Vintersorg, Arcturus, Aeternus, Agalloch, etc. es que en Nueva York puedo encontrar discos, poleras, revistas y hasta calzoncillos con los logos estampados (y no es chiste). Además de que todas las semanas hay por lo menos dos conciertos de mis artistas favoritos. Y ahí soy el más feliz de la tierra. Qué se le va a hacer.