Mi novia era un oso
Acostumbrado a nombrar a las personas según su género, me empeñaba en decirle "la osa", pero no: era "el oso". Así le decían sus hermanos y así se quedó. Entre juegos fraternos de antaño Pablo pasó a ser "Chino" y Anita María, "Cuca" o "Perro". Marce era "el oso", "un oso", "osezno", "ursus pardus" y muchos otros divertidos apodos que se sumaron con el tiempo.
La primera vez que la enfrenté fue tan seca como solía ser con cualquier desconocido. Yo era el nuevo del diario. Llegué con terno y corbata a mi primer día de práctica, pero nadie sabía, así es que me fui al cine. Al día siguiente, una vez presentado por el editor, me senté detrás de su puesto de trabajo y durante varios meses me odió. Estaba obligado a preguntarle todo respecto a la mecánica del trabajo y como era lentito para aprender a la segunda semana ya le tenía miedo. "A la próxima me muerde", decía para mis adentros.
Por suerte de a poco me fui ganando su atención, su amistad y su cariño. Además trabajábamos en un medio que -tal como dijo Álvarez- era como estar en el colegio, así es que el proceso fue mucho más fácil. Al menos ocho personas todavía se recuerdan de esa vez que jugamos al celular giratorio en medio de una fiesta de la empresa. ¡Qué tiempos aquellos!
Fue justamente en un jolgorio del diario en el que sellamos nuestro compromiso, el que se extendió por dos años. Cuando empezamos sólo era Marce, la chiquitita nariz de punto, la boquita de botón, la que se parecía a Björk, la que se enojaba con facilidad, la que amaba la fotografía por sobre todas las cosas. Después supe que era el oso.
Cuando lo asumí, la visión del mundo que compartíamos cambió totalmente. Es decir, podría haber sido un conejo, una ardilla, hasta un ornitorrinco (como tantas veces yo he querido ser), pero no: era un oso, pero no cualquiera, era mi oso.
Siempre quise comprarle un trajecito que completara el cuadro, pero me demoré demasiado. A veces me reía -y todavía me río- de sólo imaginármela vestida así, con dos orejitas redondas y una colita.
Marce también fue el Oso Dee Dee -sí, como el bajista de los Ramones- debido a uno de los tantos cortes de pelo fashion que se practicó durante nuestro periplo. Claro que después mutó a Oso Didiberto, para finalmente quedar en Kikiberto o Kiki, un sinónimo de muchas actitudes y comportamientos nuestros y de los más cercanos.
El oso me bañó con su ternura y amor incondicional. Me sorprendió con sus palabras en perfecto alemán, idioma que se resistía a practicar, y también me paseó en esa motoneta que provocaba que mis vecinas se asomaran a la ventana. Me regaló abrazos y lágrimas. Siempre supo qué obsequiarme para el cumpleaños y me ofreció todo su universo en bandeja. Amé su entorno, a su familia, a sus hermanos y a sus amigos (sobre todo a Norberto y Jenny). También me hizo sentir orgulloso de sus fotos y del premio que obtuvo gracias a una de sus instantáneas, aunque Morales -ex pololo y mi "chancho amigo", como lo denominó el hijo de la Xime- fuera el encargado de sacarle el jugo a esa camarita de video.
Pero no sólo la Marce tenía su alter ego animal. Yo era el gato, gati, el felino y todas mis cosas y conocidos eran bautizados con palabras derivadas de los mismos juegos que a menudo invetábamos. Por ejemplo mi papá era Ismaelinus Kikus y mi auto Felinus Móvil, cosas así.
Con el oso también viajé y gracias a su buen humor y a un Tetris de luca pude soportar las 48 horas que había que sufrir arriba de un bus hasta Florianópolis. En el regreso también fue mi gran apoyo.
Yo quise mucho al oso y lo seguí queriendo después cuando la relación cambió. Continuamos trabajando en el mismo diario y compartiendo nuestra desasón por la tarea que realizábamos. Vivimos juntos nuestro alejamiento de la empresa y lloramos abrazados la pena inicial que eso nos provocó.
Hoy estamos a miles de kilómetros de distancia y cada vez que me comunico con ella no puedo evitar emocionarme. Muchos lugares de esta ciudad tienen su toque mágico y tantos colores como esa caja de collares en la que ya no cabía ni un alfiler.
Ahora tomo fotos con la cámara que el oso me vendió cuando todavía no éramos nada, la misma que tiene ese estuche Minolta que fue adquirido detrás del desaparecido World Trade Center durante un viaje familiar.
Muchas cosas me recuerdan al oso, tanto así que cuando fui al Bronx Zoo no pude evitar buscar a sus parientes y reirme. Reirme de cómo me es imposible mirar a uno de esos animales sin asociarla de inmediato.
En Santiago quedaron las tarjetas que me dedicó, las entradas al cine que ocupamos y esos boletos de la única ópera a la que he ido en mi vida y a la que me invitó el oso, obviamente. Para acá me traje su cariño, sus visiones sobre la Gran Manzana y esa sensibilidad que compartimos.
Muchas gracias por todo osito. Que seas muy feliz en tu nueva vida. Un beso a mi perro Presunto.
La primera vez que la enfrenté fue tan seca como solía ser con cualquier desconocido. Yo era el nuevo del diario. Llegué con terno y corbata a mi primer día de práctica, pero nadie sabía, así es que me fui al cine. Al día siguiente, una vez presentado por el editor, me senté detrás de su puesto de trabajo y durante varios meses me odió. Estaba obligado a preguntarle todo respecto a la mecánica del trabajo y como era lentito para aprender a la segunda semana ya le tenía miedo. "A la próxima me muerde", decía para mis adentros.
Por suerte de a poco me fui ganando su atención, su amistad y su cariño. Además trabajábamos en un medio que -tal como dijo Álvarez- era como estar en el colegio, así es que el proceso fue mucho más fácil. Al menos ocho personas todavía se recuerdan de esa vez que jugamos al celular giratorio en medio de una fiesta de la empresa. ¡Qué tiempos aquellos!
Fue justamente en un jolgorio del diario en el que sellamos nuestro compromiso, el que se extendió por dos años. Cuando empezamos sólo era Marce, la chiquitita nariz de punto, la boquita de botón, la que se parecía a Björk, la que se enojaba con facilidad, la que amaba la fotografía por sobre todas las cosas. Después supe que era el oso.
Cuando lo asumí, la visión del mundo que compartíamos cambió totalmente. Es decir, podría haber sido un conejo, una ardilla, hasta un ornitorrinco (como tantas veces yo he querido ser), pero no: era un oso, pero no cualquiera, era mi oso.
Siempre quise comprarle un trajecito que completara el cuadro, pero me demoré demasiado. A veces me reía -y todavía me río- de sólo imaginármela vestida así, con dos orejitas redondas y una colita.
Marce también fue el Oso Dee Dee -sí, como el bajista de los Ramones- debido a uno de los tantos cortes de pelo fashion que se practicó durante nuestro periplo. Claro que después mutó a Oso Didiberto, para finalmente quedar en Kikiberto o Kiki, un sinónimo de muchas actitudes y comportamientos nuestros y de los más cercanos.
El oso me bañó con su ternura y amor incondicional. Me sorprendió con sus palabras en perfecto alemán, idioma que se resistía a practicar, y también me paseó en esa motoneta que provocaba que mis vecinas se asomaran a la ventana. Me regaló abrazos y lágrimas. Siempre supo qué obsequiarme para el cumpleaños y me ofreció todo su universo en bandeja. Amé su entorno, a su familia, a sus hermanos y a sus amigos (sobre todo a Norberto y Jenny). También me hizo sentir orgulloso de sus fotos y del premio que obtuvo gracias a una de sus instantáneas, aunque Morales -ex pololo y mi "chancho amigo", como lo denominó el hijo de la Xime- fuera el encargado de sacarle el jugo a esa camarita de video.
Pero no sólo la Marce tenía su alter ego animal. Yo era el gato, gati, el felino y todas mis cosas y conocidos eran bautizados con palabras derivadas de los mismos juegos que a menudo invetábamos. Por ejemplo mi papá era Ismaelinus Kikus y mi auto Felinus Móvil, cosas así.
Con el oso también viajé y gracias a su buen humor y a un Tetris de luca pude soportar las 48 horas que había que sufrir arriba de un bus hasta Florianópolis. En el regreso también fue mi gran apoyo.
Yo quise mucho al oso y lo seguí queriendo después cuando la relación cambió. Continuamos trabajando en el mismo diario y compartiendo nuestra desasón por la tarea que realizábamos. Vivimos juntos nuestro alejamiento de la empresa y lloramos abrazados la pena inicial que eso nos provocó.
Hoy estamos a miles de kilómetros de distancia y cada vez que me comunico con ella no puedo evitar emocionarme. Muchos lugares de esta ciudad tienen su toque mágico y tantos colores como esa caja de collares en la que ya no cabía ni un alfiler.
Ahora tomo fotos con la cámara que el oso me vendió cuando todavía no éramos nada, la misma que tiene ese estuche Minolta que fue adquirido detrás del desaparecido World Trade Center durante un viaje familiar.
Muchas cosas me recuerdan al oso, tanto así que cuando fui al Bronx Zoo no pude evitar buscar a sus parientes y reirme. Reirme de cómo me es imposible mirar a uno de esos animales sin asociarla de inmediato.
En Santiago quedaron las tarjetas que me dedicó, las entradas al cine que ocupamos y esos boletos de la única ópera a la que he ido en mi vida y a la que me invitó el oso, obviamente. Para acá me traje su cariño, sus visiones sobre la Gran Manzana y esa sensibilidad que compartimos.
Muchas gracias por todo osito. Que seas muy feliz en tu nueva vida. Un beso a mi perro Presunto.
21 Comments:
k romantiko.....
sin komentarios......
bueno en realidad si tengo komentarios..
komo le pueden decir oso a una mina??..
es komo k a mi me dijeran la paloma jaja
o algo asi, jjaaj
saludos wn!!!
kuidate!!!
hey, men.
te pusiste grave, bienvenido al Clú.
El relato, con olor a nostalgia y naftalina.
definitivamente, hermOSO.
Que recuerdos...
Yo me enamore de un Raton.
Peligrosa mezcla
Mira como todos tenemos nuestro propio zoológico de recuerdos.
Yo también a mi marido le llamo Oso y me es muy útil a la hora de ponerle adjetivos a sus estados de ánimo.
Del tipo Oso jocoso, oso escandaloso, oso mañoso, oso lujurioso, oso aparatoso, y así, sin fin.
Lindos recuerdos los suyos.
Paseese por La Casa del castor que hay por allí otro par de recuerdos que seguro usted comparte también.
Me emocione y casi me puse a llorar, al final uno siempre recuerda los momentos especiales que para ti parece que son muchos.
Cuidate
Escucho "Echo & The Bunnymen" y tu historia me sabe a miel sobre hojuelas...es entre romántica y mágica...+ bien magnética, me envuelve y me identifica, podrías haberte quedado con la osita, que honor para ella que un Gatito como tú...un Felino exótico y aperrado, le dedique esas líneas tan metafóricas, pero profundas y tan llenas de pasión.
Tu fan Nº1 Anita GoTiKa desde Chilito
mmmm mujer oso...The Hotel New Hampshire...si mujer oso
"No puedo convencer a mi alma que espere.....palabras que me dejan sin voz"
¿Y te dió el abrazo del oso?
:)
No, ahora hablando en serio. Eres admirable compadre, y buena tela.
(Se nota al leer tus palabras)
Saludos,
Tino RO
me dejaste pensando... ¿qué sale de la mezcla de un gato con un oso?
(Ahora en serio, buen post... a veces la nostalgia y los recuerdos se apoderan de nosotros...)
Saludos a la distancia.
W.
Yo me enamore de una gata alergica a los gatos, pero me di cuenta que mientras yo la perseguia a ella, ella se dedicaba a perseguir ratones.
Dicen que los tiempos pasados son mejores... no estoy seguro de eso, pero... que ganas de volver a ser raton!
.... te podrías imaginar lo que es un chunchu??? y lo que es un wanti???
jajjaja, que buenos solos apodos en la pareja.
Me gustó mucho tu post.
Saludos.
Segui tu relato hasta el final...
que buen post!.
Te dejaste lindos recuerdos.
linda historia...demuestra que eres un buen gallo con un buen corazon...
oye vuelvo a New York el 28...
Ufff... "Así los quería encontrar"... repetí mi rutina de falso Roberto Vander despechado mil veces, mientras era testigo de sus encuentros furtivos y los como que sí, como que no. Fui uno de los tantos testigos del cariño, el apogeo y el término de una relación que nos marcó a todos, como "compañeros de curso" en el diario donde ahora soy el profesor jefe buena onda. Imposible no emocionarse por el simple hecho de levantar la cabeza y ver que no están y que el Parque Forestal queda tan lejos como Nueva York.
Hablé con la Marce el otro día y fue como acordarse de todo, y más que nada de uno con la inocencia intacta y el cariño de siempre.
Un abrazo Félic por el lindo recuerdo. Mal que mal la vida sigue girando. Como tu celular.
Éxito
hermano, somos hobres del pasado, definitivamente (de esos que se alimentan de la memoria). También me acordé de esos tiempos. Tenga cuidado eso sí con la nostalgia, recuere que no siempre le hace bien.
Un abrazo
lindo, como todos los recuerdos de sabores, colores, texturas y cuantos etcéteras quieras
Nuevamente entro a tu bloig y me sorprendo,me gusta muchop como escribes,textos llenos de frescura,dinamicos y entretenidos,seguiré visitandolo.Un beso
me conmovió...que lindo sería que todas nuestras historias de amor nos dejaran ese "gustito" a nostalgia y "saudade" como lo llaman en Brasil.
cariños
Romané
Linda historia... pero lo más genial de todo es poder recordar finalmente con cariño a alguien a quien alguna vez se amó, cosa bastante dificil por estos dias.
Te leo, besotes ^^...
Wena papá. Te faltó el carrete en Bellavista que terminó frente al diario. Estás mal loco, devuélvete al tiro, todavía llegas a la iglesia...
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