¡¡Te encontré maldito soundtrack!!

Un libro, un disco, una obra de teatro, varias cosas pueden marcar hitos en la vida de una persona. A mí me pasó que vi Suburbia (EEUU, 1983) a la corta edad de 16 años y quedé pegado por mucho tiempo. No sé si me la recomandaron o algo había leído, pero la arrendé en ese video club que quedaba a la vuelta de la casa.

Desde mi perspectiva actual la película no es ninguna maravilla, pero me impactó en su tiempo por ser una historia que habla de jóvenes desadaptados, sucios y punks. Y bueno, yo no era punk pero algo de desadaptado debo haber tenido. Mal que mal era adolescente y cualquier teenager que se precie de tal debe manifestar en algún momento que no está contento, odiar la ducha, fruncir el ceño y contradecir a sus mayores, ¿Onofre?

La cosa es que me gustaba el filme, rallaba con las pocas canciones que aparecen y también rallaba los cuaderno con la misma T.R. que enseñan los chicos de la movie (uno incluso se la quema en la piel, cual ternero de la Granja VIP... sorry Granjeras).

Lo lindo de todo es que gracias a esa peli supe que había una directora muy macanuda de nombre Penelope Spheeris (la misma de Wayne's World) y que ha hecho documentales sobre los punkies y otras cositas de corte idependiente. Gracias a Suburbia también conocí a otro grande: Roger Corman, productor, y un verdadero Quijote del cine de bajo presupuesto. Si mal no recuerdo creo que Patricia Rivadeneira tuvo la dicha de trabajar en un proyecto de él (me confirman por el interno que efectivamente el filme se llama The Lawless Land, 1988).

Asimismo (muletilla periodística que nunca está de más), en la cinta aparece un desaliñado y debilucho Flea, bajista de los Red Hot Chili Peppers, y quien a la fecha del rodaje ya mostraba signos de insanidad mental (el tipo se mete una rata de grueso calibre a la boca, así como jugando). No olvidar que durante mucho tiempo el músico acostumbraba a tocar en vivo sólo en traje de Adán (y no de Adán Salinas, precisamente).

Para hacer corta la historia. Me hice del VHS una vez que paseaba por le persa Bío Bío, lo atesoré y me senté en innumerables ocasiones a conmoverme con la historia. Pero lo que en realidad siempre quise sólo una vez lo tuve en mis manos y se esfumó tal cual esa noche de pasión que tuvimos (¿te acuerdas? Sí, tú, mi pequeña, guagüi, la misma... ziz caracolez). Como se trataba de una película fuera del circuito comercial, el soundtrack era un material escaso y sólo alcanzable para alguien que viajara al extranjero o pagara la faraónica suma de 10 mil pesos en la Cemento.

Por años me di vueltas por cuanta disquería rara había en Santiago, pero nada. Y ojo, que andaba con plata. Es por eso que lo que sucedió el sábado merece todo este post. Aquí viene lo mejor.

Una vez más me encontraba en Manhattan aplanando Times Square y una vez más me metí a la sobrevalorada Virgin (una Feria del Disco pero con un piso más). Nunca voy buscando algo específico, pero ese día me acordé de aquel tesoro que anhelé con el alma. Me fui a la sección soundtracks y ahí estaba, solito como un guacho: el CD con la música de Suburbia. Como un niño lo miré y procedí a pagarlo. Orgulloso se lo mostré a mi amigo chileno -que siempre me acompaña en estas jornadas- para sólo recibir un escueto: "y la hueá que te compraste". No importa, yo y varios miles más sabemos lo profundo que caló el corte "Richard Hung Himself" de D.I. en nuestras vidas. Snif

Nueva York es así. Te da y te quita. Te hace reír y llorar al mismo tiempo. Te llena de luces multicolores y te castiga con ese invierno que se nos viene. Al menos ese día me premió.

Ahora ya tengo de regreso mis canciones de mozuelo, y como vivo en un suburbio, tal vez sirvan para sacarme una sonrisa de adolescente cuando esté a 15 grados bajo cero. Y paleando nieve.