La seguridad de unos y el temor de otros
"Lunes 8 de agosto de 2005. Salgo de la casa a eso de las 10.45 en dirección a la parada de trenes de Glen Street. Mi paso es firme, decidido, como si no hubiese retorno. Compro el boleto en la dispensadora automática y me subo al vagón climatizado. Después de media hora de viaje llego a Jamaica, nombre de la estación acordada previamente con mi acompañante y desde donde empezaré el recorrido por Manhattan.
Dejo el tren. Miro de izquierda a derecha rápidamente. Sin saber hacia dónde ir subo unas escaleras. Al instante me percato que la salida a la calle está al final del andén, por lo que bajo 16 peldaños. Camino algo nervioso. Observo muchos rostros, en especial el de una joven con ojos azules que parecen destellar. Volteo mi cara y justo en frente veo la punta de una ametralladora que se asoma detrás de una caseta, quiosco; algo que me impide divisar totalmente el arma. Quiero retroceder, abro bien los párpados y me percato que una figura humana sostiene la M16: un soldado con indumentaria de camuflage se pasea de lado a lado vigilando el área.
Tomo aire. Siento el pecho apretado. No deja de impresionarme ver a alguien armado, aunque sea de uniforme. Ese tipo de uniforme".
No se puede hablar de un temor generalizado, pero en Nueva York la gente suele referirse al tema de la seguridad con cierta frecuencia. El terrorismo es una amenaza que acá cobra protagonismo cada vez que algún supuesto líder de Al Qaeda aparece en los noticieros. Con mayor razón, después del atentado ocurrido en Londres el 7 de julio último, las autoridades de esta ciudad intensificaron los resguardos en las estaciones de metro, aeropuertos y otros lugares de alta concurrencia.
Es curioso, pero lo que para algunos debería ser una señal de tranquilidad, para personas como yo significa todo lo contrario. Estar cerca de un hombre vestido como si fuera a la guerra estuvo lejos de hacerme sentir seguro. En un instante incluso me vi como sospechoso. Pensé que cualquier movimiento errático podría haber despertado el instinto de ese militar.
¿Paranoia, delirio de persecución? Es probable, sin embargo es algo de lo que uno se contagia en Manhattan, ciudad donde aún no pueden tapar el inmenso forado que hay en la Zona Cero. Otros miles ni siquiera pueden borrarlo de sus mentes.
Empezar a dilucidar y debatir cómo y por qué se genera un escenario de tanta tensión en EEUU sería una bonita labor, pero latosa de concretar (no estoy para cientista político). Sólo quise contar este episodio que ocurrió el mismo día en que visité el memorial de Lennon, asesinado hace 25 años en uno de los accesos del Central Park (frente al Dakota Building, como muy bien acotó Carla Veloz).
-"...Imagina que no hay países, no es difícil de hacer, nadie por quien matar o morir, ni tampoco religión. Imagina a toda la gente viviendo la vida en paz...", cantó John alguna vez en la abatida ciudad de los rascacielos y donde pasó sus últimos días.
-Lennon, todavía no se entiende lo que quisiste decir. Lamentablemente nos falta imaginación.
1 Comments:
estoy muy enojada q no contastes mas de tu ida a manhattan y de lo cuanto tuvimos que caminar
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